segunda-feira, 15 de julho de 2019

Abecedarianos, la secta protestante que abogaba por no aprender a leer ni a escribir



En la edición digital de su diccionario, la RAE reseña ocho acepciones de la palabra abecedario, girando todas en torno al mismo concepto que se define en la primera de ellas: «Serie ordenada de las letras de un idioma». Pero si hablamos desde una perspectiva histórica, los expertos en la Edad Moderna podrían añadir otra más, muy diferente: los abecedarios o abecedarianos eran los integrantes de una secta religiosa alemana, surgida en el siglo XVI al albur de la Reforma Protestante, cuyo ideario se basaba en rechazar la búsqueda de todo conocimiento porque sería Dios quien iluminase a los elegidos.

El luteranismo o protestantismo recibió ambos nombres por su creador, el teólogo y fraile agustino Martín Lutero, y por el movimiento que éste inició en protesta contra lo que consideraba una corrupción de la Iglesia Católica en múltiples aspectos, tanto humanos como metodológicos y doctrinales. Pese a los intentos de conciliación apadrinados por el emperador Carlos V, resultó imposible llegar a un acuerdo y a la ruptura definitiva en 1521 siguieron el inicio de las guerras religiosas que asolaron Europa durante más de un siglo, además de la convocatoria, por parte del papa Pablo III, del Concilio de Trento para elaborar una respuesta católica; lo que ha dado en denominarse Contrarreforma.
Sesión del Concilio de Trento (anónimo holandés)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
Ésta se articuló en varios aspectos especialmente controvertidos que tocaban temas como la doctrina fundamental, cambios en las órdenes religiosas, una reestructuración eclesiástica, la reafirmación del papel del sacerdote… El caso es que las diferencias entre católicos y protestantes se enquistaron, abriendo una brecha entre ambos credos en la que únicamente el anglicanismo mantuvo lazos dogmáticos con Roma, separándose nada más que en la cuestión de la cabeza espiritual de los creyentes, que para sus practicantes era la Corona en vez de la Santa Sede.
Una de las desavenencias más importantes era que los luteranos consideraban prescindible no sólo al Papa sino a toda la jerarquía religiosa, acudiendo a la interpretación personal de la Biblia como fuente de revelación sin intermediarios y con carácter de Sola scriptura. Otra también destacada era la de Sola Fide, es decir, Sólo la Fe, sin necesidad de obras meritorias porque es Dios quien concede la Gracia, lo que llevaba al Cielo para responder directamente ante el Creador e implicaba una predestinación que los católicos rechazaban porque eliminaba el libre albedrío del Hombre.
Lutero retratado por Lucas Cranach el Viejo/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
No obstante, el protestantismo tampoco evolucionó unitariamente y se desgajó en sectas diversas que llevaban sus creencias al extremo. Si el catolicismo había experimentado múltiples casos en tiempos anteriores, casi siempre descalificados como herejías, y la Iglesia Ortodoxa también tuvo los suyos (aquí vimos, por ejemplo, uno posterior cronológicamente como fue el de los Skoptsy), los luteranos no se quedaron atrás y se irían disgregando en los citados anglicanos, calvinistas, zuinglistas, presbiterianos, episcopalianos, metodistas, anabaptistas, etc. Algunos eran doctrinalmente muy similares y sólo cambiaban de nombre por su ubicación geográfica.
Fue en ese contexto cuando entró en liza Nikolaus Storch. Apenas se saben cuatro datos sobre su vida y, dado que no dejó escritos, ignoramos incluso el lugar y la fecha de nacimiento, aunque se teoriza con la ciudad de Zwickau (en el actual estado germano de Sajonia) antes del año 1500. Ni siquiera se ha conservado una imagen suya pero sí sabemos que pertenecía al gremio de tejedores, aunque sin quedar determinado si como maestro o aprendiz. En cualquier caso, los tejedores se organizaban en la llamada Fronleichnams-bruderschaft o Hermandad del Corpus Christi, que tenía su propio altar en la iglesia local de Santa Catalina.
La iglesia de Santa catalina/Imagen: André Karwath en Wikimedia Commons
Hacia 1520, Storch lideró una escisión de ese gremio debido a una discrepancia religiosa. Siguiendo las propuestas protestantes que empezaban a difundirse y que, en realidad, se habían iniciado mucho antes con el movimiento husita y otros, sus seguidores creían que la esencia de la fe cristiana no estaba en los libros sino en sueños y visiones personales, que serían inspiradas por Dios. De hecho, Storch había realizado un viaje por Bohemia y se empapó de las tesis taboritas, una rama husita que recibía ese nombre de su ciudad principal, Tábor; eran milenaristas, antijerárquicos, comunistas (en el sentido de la concepción de la propiedad) e intransigentes, abogando por la eliminación de todo aquel a quien considerasen hereje.
Los taboritas habían sido aplastados en la Batalla de Lipany en 1434, cuando ya no contaban con la dirección de su brillante general Jan Žižka. Pero sus ideas todavía perduraron un tiempo y fueron decisivas para inspirar en 1457 la fundación de la Unitas Fratrum (Unión de Hermanos), considerada el precedente más consistente del luteranismo y existente aún hoy con el nombre de Hermandad de Moravia. Storch debió conocer su doctrina porque llegó a realizar sermones entre los tejedores de Zwickau reproduciendo algunos de sus puntos.
La Batalla de Lipany (Joseph Mathauser)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
En el invierno de 1520 el enfrentamiento entre católicos y protestantes eclosionó. Thomas Müntzer empezó a predicar en la citada iglesia de Santa Catalina, entablando amistad con Storch por su afinidad de ideas y la ciudad se vio envuelta en una serie de disturbios religiosos y socioeconómicos, ambas cosas mezcladas. Los altercados que produjeron en Zwickau los partidarios de Storch, a los que se conocía ya como Profetas de Zwickau o storchitas, hicieron que las autoridades adoptaran medidas duras y Müntzer, al que consideraban culpable, se vio obligado a huir de la ciudad. Eso convirtió a su compañero en líder indiscutible de la secta.
En realidad los enfrentamientos también fueron en el propio seno del protestantismo, pues tanto Müntzer como Storch habían denunciado lo que consideraban graves errores del humanista Johann Sylvanus Egranus. De todas formas, la distancia que trajo la separación les impidió volver a tener contacto. Más aún cuando Storch también tuvo que escapar de Zwickau, acompañado de Thomas Dreschel y Markus Stübner, al exigirle responsabilidades el ayuntamiento. Llegó a Wittenberg a finales de 1521 para entrevistarse con Lutero sobre la reforma, aunque las conversaciones concretas las mantuvo con Melanchthon, quien le recibió entusiasmado; algo excepcional porque generalmente sólo quería tratar con teólogos y universitarios.
Thomas Müntzer por Christoph van Sichem/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
No obstante, una carta del príncipe Federico III, elector de Sajonia, advirtió a Melanchthon del extremismo de Storch y el trato cambió, limitando el tema de las charlas al bautismo. Éste fue un punto importante porque a menudo se confunde a los abecedarianos con los anabaptistas, defensores del bautismo sólo para adultos porque los niños no pueden manifestar fe alguna y además todos van al Cielo por defecto. Ahora bien había una estrecha vinculación entre el anabaptismo y el abecedarianismo, considerándose a éste como una vía revolucionaria y radical del anterior frente a la pacífica de Conrad Grebel o la unitaria (la que seguía Miguel Servet, por ejemplo).
El cuerpo doctrinal abecedariano figura resumido en una carta que un predicador luterano llamado Nikolaus Hausmann remitió al príncipe Juan de Sajonia en 1521, explicando escandalizado que creían no necesitar ser bautizados, que la Biblia no era una herramienta útil, que sólo el Espíritu podía iluminar, que no había que rezar por los muertos… También hay escritos de Melanchton de 1529 desvelando que Storch le había dicho que Dios le mostraba en sueños sus designios, que acabaría con todos los herejes, que todos los reyes y príncipes serían ejecutados y que Él decidía quiénes eran los elegidos, rechazando la misa, el bautismo y la comunión.
Melanchthon retratado por Lucas Cranach el Viejo/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
En suma, los abecedarianos rechazaban el conocimiento humano, pues únicamente Dios se lo concedería, mediante visiones y éxtasis, a los que considerase elegidos. Consecuentemente, el aprendizaje era contraproducente, de ahí que abogaran por obviar cualquier tipo de instrucción, incluyendo leer y escribir; es más, la teología era equiparable a la idolatría, los sabios unos farsantes y la Biblia algo inútil. No deja de sorprender que auténticos eruditos como Andreas Rudolph Bodenstein, más conocido como Karlstadt, teólogo, médico y catedrático de zoología de la universidad de Wittemberg que había entregado el doctorado a Lutero y colaborado estrechamente con él, le abandonara para abrazar esta secta, vistiendo como un pobre y trabajando de mozo de cuadra.
También renegaban del matrimonio en favor de tomar una mujer «cuando la carne lo pide», atacaban a las autoridades tanto religiosas como laicas, consideraban absurdo el bautizo infantil, abominaban los ritos religiosos, defendían la comunidad absoluta de bienes, exaltaban la libertad de interpretación en cuestiones de fe… Queda, eso sí, una pequeña duda: si la mala imagen que se formó de ellos por su apoyo a la Erhebung des gemeinen Mannes, la Revolución del Hombre (es decir, las guerras campesinas, en las que tuvo un papel destacado el mencionado Thomas Müntzer) no influiría en exagerar caricaturísticamente todas esas ideas.
Karlstadt en una ilustración de época/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
Sin embargo, la rebelión de la ciudad de Münster, que encabezaron Jan Matthys y Jan Van Leiden en 1534 siguiendo las prédicas de Melchor Hoffman y que supuso la imposición de un régimen totalmente igualitario (con abolición de la moneda y la propiedad privada) pero teocrático y dictatorial, en el que además se promovía la poligamia, extendió una imagen violenta e intransigente del anabaptismo y, por ende, del abecedarianismo. Por eso Storch fue dando tumbos por todo el territorio alemán levantando recelos y teniendo vedado su regreso a Zwickau y por eso tampoco sabemos dónde y cuándo falleció exactamente. Probablemente a finales de 1536, ya que no hay noticias suyas de fechas posteriores.

Nenhum comentário:

Postar um comentário